Maniobra y el valor del trabajo cultural

Vivimos tiempos difíciles y complejos. Las políticas culturales no han logrado adelantar los grandes retos del sector cultural, que incluyen la valoración del trabajo. La legislación laboral continúa invisibilizando el trabajo creativo, las estructuras de financiamiento siguen tan frágiles como antes de la quiebra del gobierno y la sostenibilidad de las entidades culturales mantiene los mismos retos de las últimas décadas. En medio de esa coyuntura, mientras seguimos pensando y adelantando en el fortalecimiento del sector cultural, es necesario poner como prioridad el bienestar humano, que es, al final de todo, la finalidad de la cultura. 

Por esta razón, el Centro de Economía Creativa ha querido aportar a la agenda siendo una plataforma de innovación para el sector, que sea responsable de ensayar iniciativas que luego se formalicen en otros componentes del ecosistema. Lo hemos logrado desde que iniciamos la capacitación empresarial para las industrias creativas a través de Inversión Cultural en 2014. También desde el Nido Cultural como primera plataforma de servicios gerenciales y desde el desarrollo del observatorio de cultura, que ha sido el principal responsable de la investigación para el sector. Ahora, seguimos la agenda con el primer programa de empleo cultural en Puerto Rico, diría yo, desde los tiempos de la DIVEDCO. 

Con Maniobra, que actualmente apoya a sobre 50 artistas con salarios, beneficios marginales, seguro médico, apoyo gerencial y presupuestos para proyectos, hacemos un planteamiento directo del valor que tiene el artista como trabajador. De igual forma, reconocemos que la relación arte-trabajo es compleja, porque también se ha argumentado que una de las ventajas del arte es precisamente su libertad en relación a las lógicas tradicionales del mercado. Aun con esta realidad, también es cierto que cuando no se reconoce, se minimiza, se invisibiliza y se precariza. 

La filantropía existe para compensar las grandes ineficiencias del mercado con aquellas actividades humanas que tienen dimensiones de valor que trascienden lo económico, y que por su propia lógica simplista y descontextualizada no lo entiende ni lo reconoce. Entre todas las posibilidades que tiene el ecosistema público y privado de apoyo, siempre debería estar presente el incentivo al trabajo. La inversión social que se realiza en programas de ingreso garantizado y salarios para artistas, sigue un valor fundamental: la confianza en los trabajadores de la cultura. No se trata de un ejercicio arriesgado y sin evidencia. La última década nos ha confirmado el rol fundamental que han tenido los artistas en momentos de crisis, desastres naturales e incertidumbre. 

Por ahora, celebremos el trabajo de estos artistas que hoy tienen las condiciones óptimas para seguir adelantando su impacto cultural, económico y social. Sigamos celebrando que existe un programa de empleo cultural en Puerto Rico e imaginemos cómo podemos convertirlo en una iniciativa estable a largo plazo. 

Javier J. Hernández Acosta

Anterior
Anterior

Nominados a los Music cities awards

Siguiente
Siguiente

La importancia de los servicios gerenciales